26/01/2010 - Al principio todo el mundo en Santo pensaba que eran mellizos, en parte porque sus nombres eran muy parecidos, pero Jordan y Jordensten tiene seis y siete años, respectivamente. Sin embargo, ninguno de los dos permite que el otro salga de su vista. Pasean por la Aldea Infantil SOS cogidos de la mano, se sientan juntos, se consuelan. Jordan, el más pequeño de los dos, parece más relajado y hasta se rie de vez en cuando. A lo mejor es porque sabe que por lo menos todavía tiene a su hermano mayor para cuidarle en este entorno desconocido, después de todo por lo que han pasado.
Cuando empezó el terremoto, Jordensten y Jordan estaban en Puerto Príncipe con su familia, compuesta por su padre, su madre, su hermana y ellos dos. No sobrevivieron ni la hermana ni el padre. Su madre fue gravemente herida, pero de alguna manera consiguió traer a los niños a un lugar seguro. Sobrevivieron los primeros días de la manera que pudieron en uno de los campos de emergencia, frecuentemente dependiendo de la ayuda de los desconocidos. Al final, su madre fue llevada a una de las clínicas temporales; su estado ahora no es muy bueno.
Los niños casi no hablan de todo lo ocurrido, prefieren hablar de lo que están haciendo ahora mismo en la Aldea Infantil SOS: “La comida está muy bien y puedo jugar cuanto quiera”, dice Jordan, desapareciendo hacia los columpios, llevándole a su hermano con la mano cogida.
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